¿Alguna vez has soñado con cambiar el mundo? ¿Has soñado con ser esa persona de los libros de cuentos de hadas que se enfrenta a grandes monstruos y salva a gente en apuros? Encontrar tesoros, vivir aventuras emocionantes, conocer gente única, redescubrir lugares en los que nadie ha puesto un pie en siglos… yo también lo hacía.

Desde pequeños nos han enseñado la diferencia entre lo que está bien y lo que está mal, lo que es bueno y lo que es malo, lo que es verdad y lo que es mentira. Nos han guiado para saber en quien confiar y en quien no, seguir patrones y quedarnos en la calidez de lo conocido. ¿Pero qué sabrán ellos?

Hay veces que para sobrevivir debes hacer lo que sea. Robar es una opción si llevas días sin comer, mentir te puede salvar el pellejo en más de una situación, sobre todo en las zonas fronterizas y… bueno, matar. En ocasiones es matar o ser matado. Y no, no hablo de coger una espada e ir cortando cabezas mientras tarareas una canción.

Bandoleros, asaltantes, gente sin escrúpulos, bestias e incluso la propia naturaleza intentarán acabar contigo. Lo bueno y puro desaparece. De pronto te encuentras solo, sin saber que hacer, tienes un arma en la mano y frente a ti hay alguien deseoso de verte caer. Sudores fríos, el pulso acelerado y miles de pensamientos cruzándote la mente. A veces es inevitable tomar una vida, pero otras, tienes la posibilidad de perdonarla. Sea lo que sea que elijas deberás vivir con ello para el resto de tu vida.

No me malinterpretes, no me arrepiento de haber vivido como lo hice. Sobre todo, en estos últimos años, con el mundo cambiando a pasos agigantados, peligros en cada esquina, gente que necesitaba ayuda desesperadamente y en especial… el bosque, ese maldito bosque.

De verdad pensaba que los monstruos gigantescos eran cuentos para asustar niños y, aún así, he tenido que enfrentarme a más de uno. Árboles que se mueven solos, expandiéndose cada día que transcurre. ¿Cómo puede desaparecer una ciudadela en dos años? ¿Y su gente? Te aseguro que prefiero la muerte al destino que a ellos les aguarda.

Realmente siento miedo de lo que se avecina y aun así me siento tranquilo de no dejar una familia sin protección a mis espaldas. No me arrepiento. Pobres aquellos desvalidos que no sepan empuñar un arma.

Espero, de corazón, que quien lea esto, si alguien lo hace, sea más inteligente que yo y evite mis errores. No vayas solo, confía en tus compañeros y, por favor, lucha. Lucha con todas tus fuerzas. Aférrate a la vida con todo lo que tengas y jamás, jamás, desoigas lo que la naturaleza te dice.